lunes, 23 de julio de 2012

Brixton Village



Domingo y sol. Además no trabajo. Por fin una pizca de verano.

Así que nos plantamos en el mercado de Brixton y todavía me estoy arrepintiendo de no haber comprado unos buenos chorizos para hacer lentejas o garbanzos.

Aparte de las pescaderias, charcuterías y fruterías y un par de tiendas de ropa, y alguna que otra diminuta galería de arte está el Brixton Village. Una especie de antiguo mercado de abastos donde ahora encuentras varios restaurantes y cafeterías. Hay comida china, porque comida china hay ya en todos los lados, hay comida india, porque comida india ya hay en todos los lados en Londres y nosotros probamos en un café Caribeño.

Merece la pena el paseo y luego darse un garbeo por el barrio que resulta ser el enclave de la emigración africana y caribeña. Además está conectado con la Victoria Line y se llega en un momento.

Brixton tiene mala fama, de inseguro, han tenido en el pasado algunos altercadillos y los problemas con la droga pues han llevado al barrio a asaltar varias veces los titulares de prensa. No obstante los que conozco que viven allí alegan todo lo contrario. Que es un sitio lleno de vida, efervescente y muy seguro que como todo hijo de vecino pues tiene sus sombras, pero no más ni menos que otras zonas londinenses.

Brixton mola y merece la pena un sábado o un domingo darse un garbeillo. Más si por fin el puto sol ha salido.


miércoles, 18 de julio de 2012

Yo veré los juegos olímpicos... por la tele.



Debido al quisquilloso seguimiento que el amigo de Guirilandia está realizando a los JJOO londinenses, poco nos queda que añadir desde aquí.

Parece ser que no están todo lo bien organizados que deberían, que la ciudad se va a convertir en un caos de banderitas y chichoneras, que se les conocerá como los "juegos húmedos" si este maldito verano se sigue empeñando en seguir llorando y que ni siquiera podrás acercarte a la villa -Fort Knox- olímpica porque un par de batallones, varias empalizadas y no se cuántos misiles apostados en varias azoteas te lo impedirán si no eres uno de los espabilados que han conseguido una entrada.

Creo que la idea de los juegos mola, creo que esos añejos valores del olimpismo molan también... pero cada vez que se acerca una cita olímpica me asalta con más fuerza la sensación de que no son más que una metáfora radical de los tiempos que se avecinan.

Unos pocos elegidos dentro de sus vallas, saltando de alegría y felicidad en un mundo palomitero de titanio mientras el resto de los mortales agitarán sus banderas más allá de los fusiles y escopetas que velan porque los elegidos respiren en paz... anhelando ser parte de esos saltimbanquis que nadan en jugos embriagadores de artificialidad, armados de una envidia tenebrosa, que no hace sino impedirles cambiar el mundo que se despedaza a su alrededor.

Los juegos no son libres, los juegos son un apunte más en el libro mercantil de la mercadotecnia, en la que algunos se aseguran millones y otros sufren las consecuencias en la congestión del metro, mientras la pirotecnia nos espanta del meollo del problema.

Y el meollo radica en algo tan simple... que ni nos adoramos, ni nos hacemos más fuertes los unos a otros.

Así que los veré por la tele, y al menos espero que sean divertidos. La cosa empieza bien para los españolitos, sólo hace falta ver el chiste de equipación que nos han encasquetado.

martes, 3 de julio de 2012

Tres pájaros de un tiro.


He descubierto un par de cosas en estas vacaciones.

Me llevé a la de la foto a Lanzarote. Unos tres meses atrás, soy bastante previsor, me tomé vacaciones para, en caso de que la selección llegase, disfrutar de las semifinales y la final de la Eurocopa a gusto. Y cuando se fue acercando la fecha, como mi hermana vive en una isla que está de puta madre pues quise matar tres pájaros de un tiro.

El pájaro de ver tranquilo la semifinal y final porque España no sólo llegó, sino que arrasó en último partido, convirtiéndose en un equipo que de batir records se ha convertido en un ladrillo más en la muralla de la historia.

El pájaro de pasar una semana bajo el sol, auyentando las prisas, haciendo que la barriga crezca, riéndome, bañándome a las doce de la noche con la luna ahí arriba y el mar meciéndola, vamos lo que viene a ser una semana de vacaciones.

Y el pájaro de que esa de la foto le vaya cogiéndole el royo. A España, a mi hermana, al idioma, a foiegras la piara.

Lanzarote nos recibió con kalima. Un viento o algo que trae arena y provoca que el paraíso se convierta en Chernobil. Y la kalima se quedó ahí como cuatro días. No se veían ni los volcanes en el horizonte. Así que le pusimos buena cara y nos dimos un garbeo por los espacios manriquianos, un tipo el tal Cesar Manrique, que puso en práctica en su isla esa arquitectura que te dice: soy paisaje. La cueva de los verdes, los Jameos del Agua y el Jardín del Cactus, son sitios que uno se alegrará descubrir. Al día siguiente un poco de Timanfaya, ese paraje Marciano, y por supuesto la playa. Papagayo y Playa chica. Un cocktel a las laderas del oceáno, el periódico por las mañanas y un te de vuelta a casa.

Tres días y nos fuimos a Fuerteventura, la isla de ahí abajo, con sus dunas invadiendo el asfalto en ráfagas de remolinos zigzageantes y un viento que siempre te andaba empujando. Unas lentejas, en un cuenco pequeño, hicieron que sintiera el cielo en la boca. Que bien sabe siempre lo antiguo. Y ahí anduvimos viendo fútbol, comiendo helados, yendo a mercadillos, y bañandonos a las doce de la noche con la luna ahí arriba y el mar meciéndola.

De vuelta a Lanzarote una mañana en un spa y asadero de Diego. Jir, Carla, María, Bea, cerveza tropical, bombay tónica y la carne que mi cuñao iba subiendo, que sólo algunos privilegiados pudieron  acompañar con un artesanal pan del centeno, que duró menos.

Además de todo eso me eché algunas peleas con mi hermana, solo nos enseñamos las uñas, como para hacernos entender que todavía andan ahí, jeje. Mi hermana, para quién no lo sepa, es la mejor del mundo. Y está bien de vez en cuando desempolvar los sables y tirarnos de los pelos como hacíamos hace veinte años. Rejuvenecemos.

También aprendimos a tirar sidra Asturiana y por fin probé los caracoles. Y me quemé, por supuesto, a parchetones, la de la foto le dio al spray pero no extendió la crema, diecisiete fotos lo demuestran. Y de fotos que hablamos, me descargué Instagram, como la foto donde está la de la foto también lo demuestra.

Me lo pasé a de lujo y siendo verano, lo único que faltó fue el gazpacho de mi madre.

Y como os dije he descubierto un par de cosas.

Pero esas, no se van a decir en este blog.

Tienen copyright.