martes, 6 de agosto de 2013

Un garbeo por Gante




Hace un tiempito estos amigos se mudaron a Bélgica, a la parte flamenca, allí donde hablan holandés, el país de las papas fritas.

Ya se les debía una visitilla, y no es que me hiciera de rogar, es que el año está siendo algo más ajetreado de lo esperado.

Además de verlos y que me enseñasen su mundo, es que yo quería estar un rato con ella. La Martita, mi vecina, mi amiga.

También me tope con la hermana, la pequeña, la que hasta hace ná era una niña; y la tía está ahí que lo va a romper en Barcelona.

Me gustó comprobar que el Dani sigue igual de "grande" que siempre, y aunque no le llevara un "pato" sabe que se lo pagaré con una pinta, más pronto que tarde.

Y descubrí con placer a sus amigos, aunque me faltan un par importantes, me fui de allí con la confirmación de la regla de que la güena gente se aglutinan allí donde vayan.

Fueron un puñado de días guapos, determinados por una primera noche como las de antes, de juerga total y recogida al alba. Y luego vinieron paseos, charlas con cervecitas, olvidos en un restaurante Griego, mucho helado y para culminar, gazpacho, tortilla española y empanada argentina.

Así me volví en el tren, con una sonrisa que todavía no se ha borrado, porque uno sabe y con los años aún más, que amigos así son el verdadero tesoro.

Martita, gracias, como siempre.




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