jueves, 19 de septiembre de 2013

La cultura de la queja.




    "No sé, imaginad que vais a comprar un ventilador a una cadena donde los ventiladores están tirados de precios, ahí, en el Centro Comercial los Alcores y el chico con el polo rojo que os atiende lo hace con desgana y os da información incorrecta, como que tiene seis aspas en vez de cinco u os confunde a la hora de explicarlos la garantía que cubre por ejemplo un fallo eléctrico pero no el caballito de plástico de tu hijo. Lo más seguro es que dejéis el ventilador a un lado o lo compréis, pero hagáis lo que hagáis lo haréis con un cabreo y a lo máximo que llegaréis es a un circunspecto “quiero hablar con el encargado” para descubrir que a veces hasta los encargados actúan con más desgana que los empleados.

Una de las mayores diferencias que he notado entre nuestras culturas, entre Alcalá y Londres, es el concepto de atención al cliente y los recursos que éste tiene para hacer valer su causa. En el pueblo vas a tomar unas tapitas a un bar y si las tapitas no están buenas o no se ajustan a la cantidad adecuada, vamos que están “pa echarlas a los perros” y encima en vez de una tapa te han servido unas migajas, la mayor represalia consiste en hablar de ello con tus amigos y compañeros y en no volver al lugar si acaso.
En Londres los nativos hacen lo mismo, pero además se lo hacen saber a la empresa. Antes a través del correo postal ahora mayormente con el electrónico. El consumidor británico es un consumidor exigente..."
    En el último articulo aparecido en el Guadaíra Información que he tenido el honor de elucubrar trata sobre cómo "el quejido" una cosa tan española y flamenca puede convertirse, si se le pone cierto maquillaje procedente de las islas británicas, en una herramienta para mejorar la sociedad. Si queréis seguir sabiendo los "¿cómos?" y los "¿por qués?"... pinchad aquí!!! 

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